Dra. Amanda Céspedes
Fundación Educacional Amanda
El concepto de distancia social -concepto errado, pues se refiere a distancia física y no a enfriamiento de las interacciones sociales- ha sido protagonista en el conjunto de medidas sanitarias tendientes a evitar el contagio producido por coronavirus. El gradual retorno a las actividades laborales, de esparcimiento y a las aulas ha llevado a las autoridades de salud a insistir en la necesidad de mantener tal distancia como único modo de disminuir el riesgo de enfermar por contagio directo. La “distancia social” se entiende como mantenerse alejado de grandes grupos de personas y mantener una distancia mínima de 1,5 metros mínimos con la persona que tenemos al frente o junto a nosotros. La distancia social se complementa con otras medidas, como el uso de mascarillas, la sanitización ambiental y el lavado frecuente de manos.
Sin embargo, las autoridades no han considerado factores que harán extraordinariamente complejo cumplir con la distancia física tanto para los adultos como para los niños y adolescentes; estos factores se pueden entender bien si se les mira desde el conocimiento del cerebro. Somos seres sociales y por lo tanto sociables, que centramos nuestras actividades en las interacciones. Esta característica es muy prominente en los niños y en los adolescentes. Muchas de las acciones sociales o interacciones constituyen hábitos arraigados en nuestro subconsciente social: saludar con uno o dos besos, abrazar, palmotear, dar la mano, tocar al otro, compartir un objeto, lo que implica acercarnos al espacio personal (menos de 1 metro) para conversar o ingresar al espacio íntimo (de pocos cm. a fusión de los cuerpos) cuando se busca abrazar, besar, contar un secreto, compartir algo en un celular evitando que otros lo vean, etc. etc.
Las regiones del cerebro que dirigen las interacciones entre personas se encuentran en el hemisferio derecho, cuyo rasgo central es el funcionamiento automático, sin necesaria participación de la voluntad. La voluntad tiene su asiento en el hemisferio izquierdo, y forma parte de los mecanismos de autocontrol voluntario, consciente. Un componente esencial del llamado “cerebro social” es el sistema de neuronas espejo, responsables de imitar la conducta de los otros de manera automática. Imaginemos que estamos en un restaurant y de pronto vemos que alguien en otra mesa bosteza abiertamente. Nuestro sistema de neuronas espejo automáticamente imitará la conducta, pero nuestro sistema de autocontrol voluntario rápidamente nos obligará a suprimir el bostezo o a bostezar con gran disimulo, pues no es adecuado bostezar en una situación social en la cual se supone que estamos participando con agrado. Ha triunfado la voluntad. El “súper yo”.
Debemos entonces deducir que la distancia física será constantemente transgredida por nuestro cerebro social, ávido de restablecer interacciones y que funciona de modo automático; nuestro sistema de neuronas espejo imitará las conductas de los otros, de modo que si los otros transgreden las reglas de la distancia física por culpa de sus hábitos arraigados, porque no entrenan el autocontrol voluntario o porque en ellos habita la tendencia a la transgresión, sin duda alguna que pasaremos rápidamente a transgredir, ingresando a la zona de riesgo.
Los niños menores de 5 años aún no tienen bien desarrolladas las áreas del hemisferio izquierdo responsables del control voluntario de las conductas sociales; su tendencia natural será por lo tanto a transgredir, a menos que los adultos formen en ellos un conjunto de “hábitos de cuidado sanitario”, lo que exige paciencia (pueden tardar varias semanas en automatizar el hábito), una actitud respetuosa y cálida y mucha consistencia (práctica rutinaria). Entre los 7 y los 12 años se desarrolla velozmente el autocontrol voluntario cuando ha habido una adecuada educación emocional (desarrollo de la capacidad reflexiva), de modo que muchos chicos en edad escolar van a hacer un esfuerzo de la voluntad para respetar las medidas sanitarias, pero la tendencia a actuar automáticamente va a ser muy fuerte después de tantos meses sin disfrutar la compañía de los pares.
¿A quiénes les va a resultar muy difícil respetar tales indicaciones sanitarias? A los párvulos si los adultos no son consistentes o si ellos mismos no dan el ejemplo a los más pequeños. A niños y a adolescentes que viven con adultos que buscan transgredir a cualquier costo, manifestando abiertamente su desprecio por tales medidas y por las autoridades que las imponen; a niños y adolescentes con una fuerte tendencia al oposicionismo, y a todos los niños y adolescentes a quienes se les impongan estas medidas a través de recursos de autoritarismo, como amenazas, descalificaciones, castigos, etc. El autoritarismo punitivo es la peor de las medidas a la hora de educar, y por desgracia es la más empleada por los adultos. Será preferible ser pacientes, comprensivos y tener presente que los niños no se educan con sermones, sino por modelo. Y los modelos adultos no siempre son dignos de imitar.
¿Y quienes darán el ejemplo de conducta cívica a la hora de respetar la distancia física y el resto de las medidas de autocuidado? Los chicos y adultos del Espectro Autista, sin duda, quienes son muy frecuentemente nuestros maestros en tantos aprendizajes para la vida.