
Foto extraída del álbum santiagonostalgico en el siguiente enlace: https://www.flickr.com/photos/stgonostalgico/45446258531/in/photostream/
Ni la innovación metodológica ni la oferta cultural más accesible serán una solución mientras no se acepte que la causa está en el pobre o nulo desarrollo de herramientas para una escolarización exitosa.
El informe Education at a Glance 2018 (OCDE) ha mostrado que los escolares chilenos tienen 1039 horas de clases al año, mientras que el promedio OCDE es de 799 horas; este superávit de tiempo en aula no se refleja en los rendimientos académicos ni en el desempeño en pruebas PISA.
Investigadores de la U. de Chile y U. Católica estiman que para paliar esta situación el foco debe ser colocado en las experiencias de aprendizaje y en las estrategias de enseñanza, además de ampliar los recursos culturales extraescolares.
Desde Fundación Educacional consideramos que ni la innovación metodológica ni la oferta cultural más accesible serán una solución mientras no se acepte que la causa está en el pobre o nulo desarrollo de herramientas para una escolarización exitosa. Estas herramientas se asientan sobre el trabajo realizado en educación de párvulos y deben desarrollarse y enriquecerse en todos los alumnos entre 1° y 4° año básico; ellas dicen relación con una correcta alfabetización (comprensión lectora, redacción, lectura crítica, aprendizaje de una segunda lengua), un correcto desarrollo de habilidades de pensamiento lógico y conocimiento de número y un pensamiento ordenado y reflexivo, conocido como función ejecutiva.
La pedagogía normalista de la primera mitad del siglo XX fue experta en el desarrollo de estas herramientas, pero al profesionalizar la docencia llevándola a las universidades comenzó a privilegiarse la entrega de contenidos desde los primeros años de básica, contenidos que los alumnos memorizan sin comprender y sin lograr aplicar. Solo cuando las autoridades ministeriales acepten que la clave está en podar contenidos para instalar herramientas de escolarización, se podrá comprobar que la cantidad es enemiga de la calidad y nuestros niños chilenos podrán por fin actualizar su potencial intelectual al servicio del desafío académico.